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Se ha dicho que Marrakech despierta todos los sentidos. Ya sea al ver los intrincados mosaicos de zellige; oler las variadas especias que se venden en los souks; escuchar el llamado a la oración que emana de las mezquitas cercanas; tocar el suave cuero con el que se confeccionan los babouches (sandalias de cuero); o saborear un delicioso tagine, Marrakech nunca deja de emocionar. Ubicada justo al oeste de las montañas del Atlas, la ciudad ha sido habitada durante siglos por agricultores bereberes. Ha sido apodada la “Ciudad Ocre” debido a la proliferación de edificios de arenisca roja y las murallas rojas que hoy encierran la Medina, hogar de Jemaa el-Fnaa, una de las plazas más concurridas de África.

 

Marrakech rebosa cultura e inspira a los visitantes desde hace décadas. Desde Yves Saint Laurent hasta Talitha Getty, desde Winston Churchill hasta Mick Jagger, Marrakech ha atraído a grandes íconos inspirados tanto por su espíritu eterno como por su dulce y hermosa vida. La relación íntima de Yves Saint Laurent con esta ciudad dio lugar a la apertura de un museo dedicado a su legendario trabajo. El Festival Internacional de Cine de Marrakech, celebrado cada año, atrae a un público destacado. Abundan los museos, que exhiben arte marroquí, fotografía, alfombras y la estética andalusí que impregna la arquitectura de la ciudad. El hotel La Mamounia, inaugurado en 1923, tiene una historia llena de anécdotas y ha acogido a huéspedes como Winston Churchill. El Fenn, de Vanessa Branson, es una colección de riads tradicionales que conforman un impresionante hotel boutique. Hay infinitas formas de sumergirse en la cultura de Marrakech, pero quizás la mejor forma de empezar sea con un simple vaso de té a la menta.